Tania junto a las primeras crías de yaguareté
nacidas en el Centro de Reintroducción del
Parque Iberá en 2018.
Tania, el regreso del yaguareté y los centros que mantienen animales en cautiverio
21 de septiembre de 2024
El yaguareté habitaba desde el sur de los Estados Unidos hasta el sur de Argentina, en la porción norte de Patagonia. Sin embargo, décadas de persecución y de destrucción de sus ambientes naturales lo eliminaron de aproximadamente el 50% de la superficie que ocupaba en el continente americano. En Argentina el impacto fue aún más brutal: el yaguareté fue eliminado de más del 95% de su área de distribución original.
Desde hace poco más de 10 años y junto a un numerosísimo grupo de organizaciones de gobierno y no gubernamentales de Argentina y otros países, llevamos adelante un proyecto en el norte de Argentina que, por primera vez en el mundo, trata de traer de vuelta a el yaguareté a lugares donde se ha extinguido. Una tarea titánica que pone a nuestro país a la vanguardia de la restauración de ambientes; una tarea esencial para luchar contra la extinción de especies, el cambio climático y la proliferación de enfermedades que nos afectan.
Si bien los proyectos para traer de vuelta al yaguareté a Iberá (en Corrientes) y a El Impenetrable (en Chaco) están aún dando sus pasos iniciales, los logros alcanzados hasta el momento son notables y resaltados por la mayoría de la sociedad. Sin embargo, esto no fue siempre así. Doce años atrás, cuando el proyecto se iniciaba, eran muy pocas las personas que apoyaban el retorno del yaguareté, reconociendo la incertidumbre en su desarrollo, aceptando el posible fracaso y tirando del carro contra viento y marea para que el regreso del gran depredador americano fuera una realidad.
Y entre estas organizaciones estuvieron un puñado de jardines zoológicos, ecoparques, bioparques y centros de rescate que albergaban yaguaretés de cautiverio. La primera hembra en arribar al Centro de Reintroducción de Yaguareté fue Tobuna, proveniente del Bioparque de Batán. A ella le siguió Isis, desde el Criadouro Onça Pintada en Brasil y luego Tania, que también arribaba desde Batán. Los primeros machos del proyecto fueron Nahuel, proveniente de Bubalcó en Río Negro pero con la participación indispensable del Ecoparque de Buenos Aires en su traslado, y Chiqui, que arribaba desde el centro de rescate de fauna de Yacyretá Paraguay. A ellos se le sumaron más tarde otros yaguaretés provenientes de cautiverio. Los animales silvestres con origen en Brasil y Paraguay llegarían muchos años más tarde, con el proyecto mucho más maduro. Las primeras crías que nacieron en el proyecto de reintroducción fueron fruto de la unión de dos animales de cautiverio: Tania y Chiqui.
La situación es muy evidente: sin la existencia e involucramiento de organizaciones que mantenían yaguaretés en cautiverio los proyectos que están trayendo de vuelta a esta especie a Corrientes (donde se había extinguido hace más de 70 años) y a Chaco (donde no se registraban hembras desde hace 30 años) no existirían. Quienes exaltan y aplauden la vuelta del yaguareté y a su vez piden la desaparición de estas organizaciones incurren, al menos, en una gran contradicción. Esto no quiere decir que haya que convalidar la existencia de centros que mantienen a los animales en condiciones paupérrimas, como también sucede. Estos centros deben tener recintos acordes que contemplen el bienestar animal y equipos de personas (veterinarios y biólogos, entre muchos otros) que velen por su integridad.
La concepción victoriana de los zoológicos como exhibidores de fauna exótica no va más. Pero estas organizaciones pueden resultar fundamentales a la hora de conservar especies en peligro. El retorno del yaguareté a Corrientes y Chaco así lo demuestra. Ejemplos como este hay cientos en el mundo y algunos muchos más drásticos. Especies como el órix de Arabia, el caballo de Przewalsky o el cóndor de California (por nombrar algunas) hubieran desaparecido de la faz de la Tierra si no fuera por la existencia de los zoológicos.
Ahora bien, a pasar de resultar clave para los proyectos de conservación, los yaguaretés que provienen de cautiverio no pueden ser liberados por una primerísima razón: no le temen al ser humano y lo asocian con provisión de comida. Liberarlos sería peligroso para las personas. Los yaguaretés cautivos lógicamente tienen una vida más prolongada que los que viven libres. Los animales que viven en la naturaleza muy raramente alcanzan los 15 años; en general, mueren alrededor de los 12 o 13 o incluso antes, mientras que en cautiverio no es extraño que los yaguaretés superen los 20 años. Esta prolongación de la vida por supuesto conlleva a un deterioro físico que requiere de atenciones especializadas que no pueden brindarse a campo. Esta es la razón por la cual, los animales de cautiverio, al alcanzar cierta edad, deban ser trasladados a centros ubicados en zonas urbanas para recibir ciertas atenciones propias de la edad. Esto fue lo que sucedió por ejemplo con Tobuna, Nahuel o Chiqui, que terminaron o terminarán sus días en estos centros. No es un descarte del animal como a veces, y maliciosamente, se ha intentado comunicar. Es brindarle la atención (en especial, veterinaria) que requieren en esta etapa de sus vidas.
El caso de Tania es similar, pero con ciertas particularidades. Tania nació en su cautiverio y sus bisabuelos fueron cachorros rescatados en la provincia de Formosa hace ya varias décadas, luego de que cazadores mataran a sus madres. Tania lleva en la sangre la genética chaqueña. Y, como ya dijimos, hace 30 años que no se registran hembras de yaguareté en el Chaco argentino. Tania posee impedimentos físicos: le falta una pata trasera que perdió cuando era cachorra y algunas falanges de la otra. Esto, a su vez, le provoca problemas en la columna. Y, con el paso de los años, también ha evidenciado problemas dentarios.
A pesar de estos impedimentos, Tania ha sido una madre ejemplar y dio a luz a tres camadas de cachorros que crío en Iberá y El Impenetrable en condiciones de semicautiverio en grandes corrales, cazando ella misma las presas silvestres para alimentarlos. De esta forma, sus cachorros, al separarse de ella, se encuentran en condiciones de ser liberados. Tania fue la yaguareté de cautiverio que más cachorros aportó a los proyectos en Iberá y El Impenetrable.
La derivación de Tania a un centro que pueda atenderla en forma adecuada fue más temprana que la de otros individuos y esto se debió a que sus problemas físicos, que son imposibles de tratar o que incluso se agravan en lugares como Iberá, deben ser considerados y eventualmente atendidos. El Ecoparque de Buenos Aires es el centro con disponibilidad para alojarla que mejor cumple con estas condiciones en Argentina, ya que posee buenos recintos y un excelente equipo de veterinarios y especialistas en bienestar animal. Si en el futuro se evaluara que existe un mejor sitio para alojarla, sin dudas se analizará esa posibilidad. Por eso, su situación es «en tránsito», como se ha comunicado en los medios. Hasta el momento, ninguna de las organizaciones animalistas que han criticado su traslado al Ecoparque de Buenos Aires han brindado una opción superadora.
Por último, Tania aún se encuentra en etapa reproductiva y recientemente ha parido un nuevo cachorro, ya en el Ecoparque. Esto es deseable por dos razones: en primer lugar, porque es bueno tener cachorros para una hembra que se encuentra en condiciones de dar a luz; esto la mantiene más vital. Segundo, y como se mencionó, porque Tania contiene la genética de los yaguaretés chaqueños, que es indispensable para llevar adelante proyectos de conservación. Tania no presenta problemas para ser madre sino todo lo contrario. Lo que no puede hacer por su edad y problemas físicos es criarlas en semicautiverio, debiendo cazar para alimentar a sus crías. El nuevo cachorro de Tania, al igual que ella y que tantos otros yaguaretés, será parte fundamental de la recuperación de esta especie en territorio argentino, y una vez que se independice de la madre, se incorporará a los proyectos de reintroducción en Iberá o El Impenetrable.
Unas últimas palabras para reflexionar acerca de estos proyectos: sin duda alguna, el objetivo final es devolver a una especie extinta o casi extinta a los territorios donde fue eliminada por nosotros mismos. Y por sobre todas las cosas, es lograr recuperar el rol ecológico del yaguareté en el ecosistema, indispensable para su funcionamiento y para la vida de muchas criaturas en este planeta, incluida la nuestra. Esto además implica trabajar con animales como Tania y tantos otros, a los que debemos respetar y brindar el bienestar que necesitan, sin olvidarnos que son animales cautivos y sin romantizar de forma antropocéntrica una condición de libertad que, lamentablemente, nunca podrán alcanzar.